Orígenes y Manifestaciones
La cuna de los primeros laberintos, así como de la representació n de formas espirales, no está claramente establecida, aunque hay evidencia de su existencia desde el neolítico en adelante, en representaciones rupestres, tablillas de arcilla, pictogramas, mosaicos o jardines. Se ha verificado la data de los más antiguos encontrados en a lo menos 4000 años, y figuraciones semejantes se repiten en localidades geográficas muy distantes entre sí (India, América, Escandinavia, Rusia y casi toda Europa) que difícilmente podrían haber tenido comunicación entre ellas en la antigüedad. De los laberintos famosos referidos en los textos antiguos, además de los dos de Creta (Cnossos y Gortyna), se encuentra el griego en la isla de Lemnos, el etrusco en Clusis y el egipcio cerca del lago Moeris, siendo este último el más inmenso e imponente según las descripciones que de él hacen los historiadores antiguos Heródoto y Estragón. Plinio agrega que el laberinto egipcio era cien veces mayor que el cretense, siendo inspirado por aquél. Verdadera ciudadela que incluía sede del gobierno y tumba del faraón, incluía miles de habitaciones. Dice Heródoto:
: "si se reunieran bajo un solo aspecto todas las fortificaciones y construcciones de Grecia, tal conjunto parecería haber costado menos trabajo y gasto que el laberinto… se compone de 12 palacios cubiertos, sus puertas se abren unas frente a las otras; seis por el lado norte y seis por el sur; un muro exterior único reúne todas las construcciones. Las cámaras son dobles, unas subterráneas y otras al nivel del suelo; hay tres mil: mil quinientas por piso. Hemos visto y atravesado las cámaras altas…; sólo conocemos las inferiores de oídas…el paseo a través de las cámaras y los circuitos en torno a los palacios nos causaron mil sorpresas por su variedad, pasábamos de un patio a las salas, de estas a las galerías, de las galerías a otros espacios cubiertos y de las salas a otros patios, los techos de todas las salas son de la misma piedra que los muros; muros y techos están adornados con multitud de figuras esculpidas. Cada palacio tiene un peristilo interior de piedra blanca, admirablemente aparejada. A cada ángulo del laberinto hay una pirámide de unas cuarenta brazas sobre las que se hayan esculpidas figuras divinas; se penetra en ellas por un camino subterráneo".
Al parecer el diseño y representació n de espirales y laberintos nunca se ha interrumpido desde la prehistoria. En el medioevo se utilizó en forma de mosaico en el piso de las catedrales, popularizándose - a partir del siglo XI aproximadamente - el modelo llamado laberinto de Otfrid, en honor del monje alsaciano que en el siglo IX recopiló, de textos germanos antiguos, un laberinto de once galerías y una cruz en el centro, del tipo que se reproduce en el piso de las naves centrales de las principales catedrales góticas. En éstas, por lo general se ubicaba cerca de la entrada, como preparación para la aproximación al altar. A los diseños arquitectónicos les sucedieron los vegetales, diseñándose numerosos laberintos de arbustos recortados con múltiples pasadizos ciegos e intrincados meandros propicios al juego y al escondite amoroso, y que, aunque se construyen hasta hoy, alcanzaron su apogeo en el Renacimiento, especialmente en Francia, Inglaterra, Alemania e Italia. En Escandinavia por su parte, son cientos los laberintos construidos con piedras sencillas sobre el suelo frente al mar Báltico, por lo general de diseño clásico. En estos últimos países, se cree que el laberinto se utilizaba para atrapar a los malos espíritus que pudieran afectar negativamente la pesca. Los chinos también utilizaron sencillos modelos de laberinto en la entrada de los recintos, en la idea de que los espíritus no podían desplazarse en trayectorias curvas, quedando así atrapados e impotentes. En otras culturas más antiguas se ha encontrado el diseño de laberintos asociados a tumbas, interpretándose su uso y representació n como un auténtico mapa para guiar a las almas de los fallecidos en los territorios de ultratumba, o acaso para que encontraran el camino de retorno y renacieran o revivieran.
Además de la variada representació n visual y tridimensional, el laberinto ha inspirado múltiples juegos infantiles y de ingenio con eco hasta nuestros días, a través de programas capaces de elaborar laberintos computacionales. El desafío del laberinto como estructura psicológica humana se encuentra también en diversas manifestaciones, como por ejemplo en la obra del grabador flamenco M. C. Escher, como tema literario explícito o implícito en G. de Nerval, J. L. Borges, F. Kafka, O. Paz, H. Eco, y en diseños arquitectónicos, decorativos y de telar.
La posibilidad de extraviarse en el laberinto es la misma que la de extraviarse en la propia vida, tomando caminos inconducentes, o simplemente, no encontrando un sentido que guíe la vida por sobre las dificultades cotidianas y que permita valorarlas en su justa dimensión para evitar el ser arrastrado por ellas a la confusión.
Una de las variantes modernas del laberinto es el “Dearinth”, creado por el ocultista Oberon Zell, en el que las galerías relacionan, entrelazándolas, las figuras de un hombre y una mujer.
Por último, el antiquísimo Nudo o Laberinto de Salomón, encontrado en decorados celtas, germánicos y románicos, integra los conceptos de la cruz y el laberinto, en cuyo centro “no es difícil advertir la esvástica, que enriquece el símbolo por alusión al movimiento rotatorio, generador y unificador.”
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