viernes, 4 de noviembre de 2011

Un mensaje que hará trascender tu dualidad y entender más el camino de Luz




Yo soy el Padre Pio, estoy aquí y vibro en conciencia de Amor
para traer un mensaje que hará trascender tu dualidad y entender más el camino de Luz.
Tu eres un ser corriente, eso es lo que piensas,
pero en verdad eres un Gran Ser que vino a esta Tierra a manifestar la Unidad,
para ello pasan primero por la dualidad, que no es más que la ilusión de no ver la realidad.
Todos somos Uno
y muchos se preguntan el por qué de las enfermedades, las vicisitudes, los cambios bruscos y sentir que ya no quieres estar aquí.
Te contesto con una sola frase:
Todo es Amor,
y por supuesto tu estas pensando... no entiendo...,
Te explicare.. cada cosa tiene un porque
Cada cosa que te acontece tienes que lograr integrarla y reconocer que siempre hay un bien oculto en ella,
entonces, ese momento es el momento preciado en que reconoces que has venido a saltar vallas para saltar las vallas de la humanidad toda.
Todo es asequible, todo tiene un porque, y tu lo estás transitando, porque antes de encarnar pediste ayudar y para lograr eso tienes que ayudarte,
la misión esta en ti, en no desequilibrarte por cosas mundanas;
la matriz es cosa mundana,
la realidad es lo que está oculto en élla.
Entonces, desde ahora, cada vicisitud que pases en ti , Amala, Reconócela y Renácela,
piensa que todo está oculto detrás del velo de la ilusión misma,
Amala, Reconócela, Intégrala y Libérala para trascender eso en ti mismo
y así elevar la Conciencia de Unidad.
Cada cosa que pasa en ti
es como un grano de arena que se comunica con todas las playas que hay en la Madre Tierra
y tiene la Unidad en si,
esto es así
si tu Amas lo que te pasa y no te indignas por cada situación,
entonces comienzas a reconocer que tienes que transformarla,
si logras esa transformación y la Hermandad de tu cuerpo,
entonces lograrás que en ti toda ilusión se ilumine y se transforme.
Ilusión es todo lo que no te hace sentir bien, todo lo que no te hace sentir entero,
todo lo que hace que dejes de sentir Amor.
Entonces Bendice, Ama y Amate,
y sobre todo, Ama e Integra en ti todo a sabiendas de que, lo que es ilusión, se irá de ti.
O por qué piensas que alguien que cree que algo lo puede hacer partir eso mismo es lo que pasa?
Esa es la ilusión que esa persona crea en si misma.
Imagínate ahora a esa persona solo creyendo que eso es ilusión y entonces la transmuta con Amor, porque reconoce que es solo una ilusión
y al hacerlo se bendice a si misma por la perfección que tiene en si para lograr la perfección en el otro y llegar a lograr la Unidad del Uno
solo piensa... qué pasaría...?
Entonces a partir de ahora, toda pena, toda manifestación de no perfección reconócela como parte de la Unidad, intégrala como parte de Dios y así se transformará
y al transformarse en ti, la transformas en parte de la humanidad misma,
esa es la Unidad.
Solo los que quieren vibrar en esta energía de Amor la iluminarán.
No te enojes, se humilde, siente que puedes vibrar en Luz e Ilumina y comienza a saber que todos somos un grano de arena de una gran playa llamada Dios.
Te Amamos por lo que eres, de este y del otro lado del velo.
La Unidad se debe comenzar a entender
y también que tu no eres parte de la ilusión, sino de Dios.

www.simbolosdeluz.com.ar

10 secretos para vivir mejor


10 SECRETOS PARA VIVIR MEJOR



1. LA ACTITUD:

La felicidad es una elección que puedo hacer en cualquier momento y en cualquier lugar. Mis pensamientos son los que me hacen sentir feliz o desgraciado, no mis circunstancias. Sé capaz de cambiarte a ti mismo, y el mundo cambiará contigo.


Nuestras vidas no se determinan por lo que nos sucede, sino por nuestra reacción a lo que nos sucede; no por lo que la vida nos trae, sino por lo que nosotros traemos a la vida.


2. EL CUERPO:

Mis sentimientos son influenciados por mi postura. “Nada como una sonrisa…” Una postura adecuada genera una disposición feliz. Es importante también que hagas ejercicio, éste nos libera del estrés y genera la secreción de endorfinas, que hacen que nos sintamos bien.


Mira siempre hacia arriba y sólo podrás reír, pues no conozco a nadie que haya podido llorar en esa postura.


3. EL MOMENTO:

La felicidad no está en los años, meses, en las semanas, ni siquiera en los días. Sólo se la puede encontrar en cada momento. "Hoy es el mañana del ayer…”


Además la vida siempre tiene derecho a sorprendernos, así que aprende a vivir el presente sin ninguno de los traumas del pasado, ni las expectativas del futuro. Recuerda que la felicidad no es una meta, sino un trayecto. Disfruta de cada momento como si en él se combinarán tu pasado, tu presente y tu futuro.



4. NUESTRA PROPIA IMAGEN:

Debo aprender a amarme a mí mismo como soy. Creer en ti mismo da resultados. Sólo al querernos podemos abrir el corazón a que nos quieran. Cuanto más te conozcas, en mayor medida podrás darte a los demás.


Si tú te respetas a ti mismo, los demás te respetarán. Si tú te amas, los demás te amarán.


5. LAS METAS:

¿Sabes cuál es la diferencia entre un sueño y una meta? Una meta es un sueño con una fecha concreta para convertirse en realidad. Un sueño es sólo un sueño, algo que está fuera de la realidad... así que atrévete a soñar, pero atrévete también a esforzarte por lograr que esos sueños se hagan realidad.


Los obstáculos, son esas cosas que nos asustan cuando quitamos la vista de nuestras metas.


6. EL HUMOR:

La sonrisa es muy importante para mejorar la autoestima. Cuando sonreímos, aunque no sintamos nada, nuestro cerebro lo entiende como una señal de que todo va bien y manda un mensaje al sistema nervioso central para que libere endorfinas, que da a la mente una respuesta positiva.


Dicen que una sonrisa cuesta menos que la electricidad, pero que da más luz… Además, con cada sonrisa que le das a alguien o a ti mismo, siembras una semilla de esperanza.


7. LAS RELACIONES:

La sinergia es unir fuerzas y caminar juntos para conseguir cosas. Siempre que más de dos personas se unen en un espíritu de colaboración y respeto, la sinergia, basada en la comunicación y empatía se manifiestan naturalmente.


Trata de entender a las personas que te rodean, quiere a tus amigos como son, sin intentar cambiarlos, porque cuando te sientas mal, sin importar como sean, el verdadero amigo estará allí para apoyarte y brindarte todo su amor.



Así que cultiva tus amistades, pues ellas no son ¡gratis! La amistad, al igual que la mayoría de los sentimientos, debe fluir de manera natural, debe alimentarse a través de detalles.



8. EL PERDÓN:

Mientras mantengas odios y resentimientos en tu corazón, será imposible ser feliz.



Lo maravilloso del perdón no es que libera al otro de su eventual culpa, sino que te libera a ti de un sufrimiento para el alma. La vida es muy bella como para mantener sentimientos negativos en nuestro camino...



“¿Por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no hechas de ver la viga que está en tu propio ojo?”.



9 DAR:

Uno de los verdaderos secretos para ser feliz, es aprender a dar sin esperar nada a cambio. Las leyes de la energía y la justicia te devolverán con creces lo que des. Si das odio, recibirás odio tarde o temprano, pero si das amor, recibirás multiplicado ese amor.



Quien ama de verdad da todo de sí por hacer feliz a la persona amada. Sólo el que aprende a dar desinteresadamente, está en camino de descubrir la verdadera felicidad.



10 LA FE:

La fe crea confianza, nos da paz mental y libera al alma de sus dudas, preocupaciones, ansiedad y miedos. Ten fe, esperanza y optimismo en ti mismo y en todos los proyectos que quieras emprender.



“Es, pues, la fe, la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.”



Si pudiéramos practicar tan sólo uno de estos secretos al día, quizás no tardaríamos mucho en acercarnos a la felicidad.



“Estoy convencido que la vida es 10% lo que me sucede y 90% como reacciono a ello. Y, así es contigo – estamos a cargo de nuestras actitudes.”; Charles Swindoll.



‘Las circunstancias no hacen al hombre, lo definen.”

¿CÓMO VEMOS LA VIDA?

(¿…Y cómo se nos presenta?)



Por Hugo Betancur M.D.




Si las relaciones afectivas entre dos personas son establecidas sobre los atractivos de belleza de una o de otra, o sobre los rasgos de personalidad, es posible que con el transcurso del tiempo se conviertan en nexos frágiles e insostenibles.


Me refiero a las ‘relaciones especiales’ que habitualmente llamamos ‘de pareja’, o de ‘enamorados’ o de cónyuges, donde uno de los participantes –o ambos- han establecido su vínculo por cualidades físicas o materiales, o por condiciones psicológicas que atribuyen al otro.


Llega un momento en que esas relaciones están agotadas, han sido consumidas, ya no pueden seguir como antes.


Como todos los eventos de la vida, son sólo relaciones pasajeras. Tienen un momento de inicio, un período de esplendor aparente y un momento en que ya han cumplido su propósito -y cada uno de los participantes debe seguir su propio camino.



Ese momento de transición lo hemos llamado momento de ruptura. Quizá asumimos que algo que estaba entero se rompe, o que algo que parecía unido se desune.


Tendemos a sentirnos culpables o a culpar; aparecen los reproches, las quejas, las dolidas expresiones de impotencia y desdicha, o las justificaciones para respaldar nuestra decisión de separarnos.


Sin embargo, esas relaciones han atravesado el período de tiempo que les corresponde. Ya no son vigentes.


Podemos enfocar nuestra atención en lamentarnos y sentirnos víctimas de las circunstancias. O podemos abrirnos a un entendimiento de las vivencias que compartimos: valorar lo que hayamos recibido, agradecer el acompañamiento en ese trayecto recorrido y quitar los amarres o levantar las anclas para poder seguir el viaje.


Porque ocurre frecuentemente que nos atamos a otros seres humanos en algunas relaciones o los atamos a ellos a nuestras vidas. Nuestras acciones representan de alguna manera una pérdida de autonomía y de libertad: recordemos que tanto el carcelero como el preso tienen que permanecer en la prisión.


A veces, cercamos a las personas que se relacionan con nosotros, les marcamos horarios o pautas a las que deben someterse, les establecemos comportamientos ideales a los que deben acogerse. Parece que les diéramos un decreto de obligatorio cumplimiento: “Me gusta que seas así como espero que seas”.

Lo que no es posible. ¿Cómo podemos ser lo que no somos? ¿Fingiéndolo, sacrificándonos, anulando nuestras personalidades para agradar a otros? Al cabo del tiempo nos sentimos violentos representando esa farsa y de alguna manera nos rebelamos contra quien pretende cambiar nuestras manifestaciones acomodándolas a los moldes particulares de sus preferencias.


Bajo esas condiciones, no nos es posible manifestar un sentimiento que parezca amoroso sino todo lo contrario: reacciones conflictivas y hostiles. Muchas personas interpretan el control sobre su pareja como algo que les asegura su fidelidad y aseguramiento. ¿Podemos tener seguridad de que alguien no cambie en un mundo siempre cambiante? ¿Podemos tener la certeza de su perpetua compañía “hasta que la muerte nos separe”?


Otras personas seguirán a nuestro lado durante un largo trecho del camino solo si se sienten a gusto junto a nosotros, cuando los sentimientos de unidad son sólidos y no hacen falta las palabras ni las exigencias de compromisos férreos; cuando fluimos como iguales o pares en una relación mutua de confianza, valoración e integración.


Quienes nos aman sinceramente están cerca de nosotros aunque se encuentren a un continente de distancia. No hacen falta las promesas, ni los reclamos, ni los reportes regulares de nuestra ubicación o nuestras actividades. No hacen falta tampoco los celos –vigilancia estricta basada en temores de que nuestra pareja elija otra u otras personas con el propósito de establecer una relación afectiva que podría desplazarnos.


El amor, como una expresión de acercamiento y de armonía tiene varias cualidades básicas que lo definen plenamente: respeto a otro ser humano –o a otros- y a su autonomía y libertad, valoración positiva, comprensión y entendimiento, disposición de servicio desinteresado y apoyo incondicional.


En la elección de cónyuge, muchas personas se guían por las características negativas del padre o de la madre y escogen a alguien similar creyendo erróneamente que ellas si podrán cambiar y dominar a su pareja como sus padres no pudieron hacerlo. Claro, ellas son distintas y también es distinta la relación que emprenden; sin embargo, se han trazado el objetivo de demostrar que aquella forma de convivir de sus progenitores sí podía ser modificada. Obviamente, fracasan en esta transferencia o superposición del pasado hacia el momento que viven. Ninguno puede ser cambiado en su personalidad si él mismo no ha decidido hacerlo y si no ha encontrado como necesarias e imperativas otras actitudes y acciones. Cada uno cambia por sí mismo cuando despierta a la consciencia de su vida y puede aprender, cuando logra desprenderse de algo que ya no quiere y se apropia de algo que considera adecuado.


Dos aspectos nos revelan que tan acertadas son nuestras relaciones y acciones: la satisfacción o percepción de bienestar que sentimos al vivirlas y la apreciación posterior de que no nos han causado daño a nosotros ni a los demás.


En otras ocasiones, nuestra elección de pareja está condicionada por la forma como nuestros padres interactuaron. Nos sentimos marcados por nuestro pasado si alguno de ellos fue déspota, opresivo, desconsiderado; o si alguno asumió papeles dramáticos de superprotector, o de guía dominador o de controlador aferrado a las normas y a las tradiciones; o si alguno se sintió opacado por el otro y dedicó su vida a perfeccionar y representar el papel de víctima llenándose de autocompasión y amargura. Por el contrario, podemos sentirnos confiados y optimistas si nuestros padres nos mostraban con el ejemplo una sociedad conyugal de respeto e igualdad que proyectaba actitudes semejantes hacia su familia.


Podemos disponernos a la comprensión de las limitaciones y errores de nuestros padres, parientes y allegados para lograr liberar las cargas que nos echamos encima a partir de situaciones conflictivas y violentas.


Todos elegimos según la opción que consideramos más conveniente. Y podemos cometer errores. O podemos acertar –lo que significa realizar la acción correcta, la que no nos cause daño a nosotros mismos ni a otros.


Si cometemos errores, si afectamos negativamente o destructivamente a otros, nos exponemos a su resentimiento, a su malestar y rechazo, a sus intenciones o sentimientos de venganza y de odio en el peor de los casos.


Si alcanzamos alguna consciencia sobre esto, podemos reparar nuestros errores y los perjuicios causados a otros. Todo lo que reparamos puede ser útil de nuevo, o al menos puede recuperar un estado de normalidad gracias a nuestra intervención.


Si no alcanzamos esa conciencia, aquellas personas afectadas deberán solucionar por si mismas las impresiones que dejaron en sus mentes: de maltrato sintiéndose impotentes; de percibir engaño habiendo confiado; de menosprecio y discriminación habiendo esperado reconocimiento y valoración.


Para dejar de juzgar y condenar a otros podemos entender que cada uno es lo que es y no lo que debería ser. Así como ellos, en cada situación que enfrentamos tenemos unas condiciones particulares de nuestra personalidad y unas condiciones externas. En cada vivencia, en cada momento actuamos siguiendo un impulso propio, a veces buscando satisfacer alguna expectativa o a veces siguiendo nuestros sistemas de creencias. Ocurre igual con todos los seres humanos.


Crecemos considerando a nuestros padres bondadosos o considerándolos crueles; sintiéndonos estimulados y apoyados por ellos o sintiéndonos atropellados. Según los recuerdos y la apreciación que conservemos tendremos un lazo de amor con ellos o un lazo de adversidad –también viéndolos como adversarios más que como aliados o amigos.


Como resultado, las impresiones que hayamos grabado en nuestras mentes determinarán si esa presencia de nuestros padres –aunque ya se hayan ido- y sus actos, son una bendición para nosotros o si son una carga.

Nos es imposible modificar los actos del pasado. Ya transcurrieron. Y el propósito de aprendizaje que traían asociado ya se cumplió. Lo asumimos y resolvemos las contradicciones o nos resistimos a ello; lo aceptamos o nos evadimos.


Si alcanzamos el privilegio y la lucidez de comprender seguimos nuestro trayecto livianos, esperanzados, confiados. Si nos sentimos víctimas, nos cargamos de dolor y frustración, nos confundimos con nuestros propios juicios, ponemos raíces de infelicidad en nuestros corazones.


En todo momento tenemos la posibilidad de cambiar, de aceptar que otros tienen grandes limitaciones como las tenemos nosotros, de absolverlos de culpas y perdonar sus errores como esperamos que los demás lo hagan con nosotros.


Podemos obrar así ahora, o dentro de unos días, o dentro de unos años. Mientras mayor sea la demora en hacerlo mayor será la carga de sufrimiento que tengamos que soportar. Tenemos la solución. Según nuestro propósito y voluntad podremos aplicarla, sino, la tarea no realizada queda pendiente.

El insomnio puede provocar diabetes

El insomnio puede provocar diabetes

Las horas de insomnio, da igual su naturaleza (fátiga, depresión, estrés crónico, etc.), pueden provocar el desarrollo de diabetes tipo 2, incluso en las personas sanas.

Un estudio realizado por el Centro Médico de la Universidad de Leiden, en los Países Bajos, reveló que la resistencia a la insulina no es un valor constante, sino dependiente de la duración del sueño, aunque fuese durante una sola noche.

Los científicos descubrieron que una sola noche en vela, o en la que se durmió mal, es capaz de causar esta enfermedad, induciendo a la resistencia a la insulina, un factor asociado directamente con la aparición de la diabetes tipo 2.

En el marco del estudio, los médicos siguieron a nueve voluntarios sanos. Les midieron la sensibilidad a la insulina después de ocho horas de sueño y otra vez después de apenas cuatro horas. La cantidad de glucosa en sangre necesaria para compensar un incremento del nivel de insulina sin causar hipoglucemia mostró que la restricción parcial del sueño, incluso durante una sola noche, había reducido algunos tipos de sensibilidad a la insulina entre un 19% y un 25%.

La doctora Esther Donga, que dirigió la investigación, precisó que se necesitaban más estudios para investigar si mejorar la duración del sueño puede ayudar a estabilizar los niveles de glucosa en los pacientes con diabetes crónico.

Donga asegura que hoy en día la situación es bastante amenazadora ya que la duración y la calidad del sueño en las sociedades occidentales se ha reducido mucho durante las últimas décadas.

La diabetes mellitus tipo 2 o diabetes senil es una enfermedad inmunológica que se caracteriza por una resistencia celular a la insulina, es decir, por la incapacidad del cuerpo de emplear adecuadamente esta hormona para controlar la glucosa proveniente de la comida. El nivel de azúcar sube y daña los ojos, riñones, nervios, corazón y arterias principales. Se considera que entre las causas principales de la enfermedad están también una mala dieta y la falta de ejercicio. Se estima que actualmente unos 180 millones de personas sufren diabetes en todo el mundo.

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