martes, 24 de abril de 2012
AMOR INCONDICIONAL DAR SIN ESPERAR
En la espiral ascendente de la vida, retornamos al bello punto de partida desde donde vemos que ya estamos recorriendo un nuevo plano de evolución. Somos testigos de las enseñanzas doradas de la montaña sagrada, vivimos una honda transformación que nos abrió las puertas del corazón y dio sentido a nuestros pasos. Ayudemos a que más almas peregrinas se sientan acompañadas a cristalizar sus anhelos más profundos. Infundamos confianza. Compartamos.
Hay un mágico viaje alquímico que todo aquel que quiera Ser debe animarse a emprender para descubrir la luz de su llama interna. Ese viaje comienza con el llamado interno a despertar para volverse más humano. Se trata de una aventura bien desafiante, y por demás movilizante, que es capaz de romper todas las estructuras. Millones de personas comienzan a sentir que es hora ascender, por eso la existencia nos alienta a abrirnos y compartir para continuar aprendiendo.
Ascender simboliza hacer todo aquello que nos ayuda a ver la vida desde una perspectiva más rica y elevada. A los ojos de la mente, es como si renunciáramos al mundo para escalar solos una montaña agreste que, en apariencia, conduce a la locura. Desde el corazón, ese peregrinar se siente como lo verdaderamente necesario para poder despegar de la densidad cotidiana. La convocatoria a subir es una invitación a vivir las experiencias más reveladoras y humanizantes.
Frente al temor y la inseguridad de los primeros pasos, la montaña se presenta como si fuese un gran problema, prueba o dificultad, que requiere de coraje para hacerle frente. Una vez que el recorrido finaliza, vemos que lo vivido tenía su razón de ser: teníamos que subir y bajar para aprender a religar, debíamos elevarnos y descender para volver a renacer, cerrarnos y abrirnos para redescubrirnos, y así cambiar la percepción, sintiendo que alumbramos desde el corazón.
Compartir es una forma cálida, sensible y amorosa de servir, creando fuertes hebras cristalinas que relumbran. Compartir implica brindarse para que otros puedan contemplar la adversidad como una clara oportunidad para crecer. Por eso, con fe, constancia y mucho amor, sigámonos abriendo. Continuemos compartiendo. Irradiemos confianza para que todos se animen a vibrar de una manera más sentida, fraterna, solidaria y humana. Avancemos amando. Compartamos.